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La gentrificación en Bitcoin

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Descargo de responsabilidad: Todo lo discutido en este episodio debe ser considerado como entretenimiento solamente y jamás como consejo de inversión. Nada de lo dicho aquí tiene un propósito de asesoramiento financiero o recomendación.

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Transcripción

En septiembre del año 1943, un personaje cuyo nombre hoy copa los noticieros de medio mundo era puesto a los mandos de lo que se convertiría en un bastión frente a las tácticas ofensivas del resto de países europeos. La segunda guerra mundial contaba     decenas de millones de muertos por aquel entonces en Europa y otros escenarios bélicos alrededor del mundo, del holocausto poco se sabía entonces pero se encontraba probablemente en su momento más álgido, tras vencer en Stalingrado el comunismo en Rusia amenazaba con responder a Hitler y expandir su doctrina por todo el este de Europa. Entonces, en Madrid, capital de España, ese personaje hasta entonces poco conocido, encaramado a un púlpito, pronunciaba las siguientes palabras: “Señores, necesitamos un campo de fútbol más grande y lo vamos a conseguir”. Se trataba de Santiago Bernabéu, quien nada más ser elegido presidente del Real Madrid club de fútbol, arengó a las tropas con esa frase que selló el camino para que su nombre pasase de hacer referencia a una persona, a identificar un lugar de culto.

A mediados del s.XX, los estadios de fútbol eran ya un elemento común del relieve de muchas ciudades. El período entre 1890 y 1910 marcó la construcción de esos primeros estadios, 50 de ellos se crearon en Inglaterra en ese período, todos muy cerca del centro, debido principalmente a que no se contaba con medios de transporte que permitieran a un gran número de fans desplazarse a las afueras fácilmente para los partidos. Y por “gran número de fans” me refiero a una muchedumbre ingente, hay datos de un partido en el estadio Crystal Palace en 1913 al que acudieron 120.000 personas, casi 40.000 personas más de las que hoy entran en un estadio de los más grandes. Así pues, había demanda por ver fútbol y eso fue algo que no pasó desapercibido por Santiago Bernabéu a su llegada a la presidencia del club. Su plan para crear un gran estadio no era por mera megalomanía, sino por razones de negocio: un estadio más grande daría cabida a más personas, vendería más entradas y con ese dinero podría fichar mejores jugadores, los mejores jugadores traerían éxitos en forma de copas y trofeos, que atraerían a más gente al estadio, incrementando así el dinero recaudado. Buscaba, como vemos, crear un círculo virtuoso. 

Para iniciar esa rueda necesitaba encontrar un sitio para levantar su nuevo estadio. Las consideraciones a tener en cuenta cuando se busca un terreno son el tamaño y la ubicación. Cuando se tomó la decisión de buscar un nuevo terreno de juego para el Real Madrid, los medios de transporte habían evolucionado mucho desde principios del s.XX, lo cual permitía escoger una ubicación que, si bien fuera céntrica, no estuviera en el centro histórico de la ciudad que suele ser caro y de difícil adquisición. El tamaño de los estadios es otro problema y es que un estadio mediano ya ocupa una superficie enorme, unos 40.000 metros cuadrados, algo menos que el palacio de Versalles en Paris, un área que podría albergar una gran cantidad de edificios o estructuras más pequeñas y que debido a su función principal, solo es útil unas 2 horas a la semana, menos si tenemos en cuenta los períodos sin fútbol. Así, Santiago Bernabéu y su equipo salieron en búsqueda de un terreno enorme, en una zona accesible de Madrid por el que esperaban obtener un rendimiento bajo en comparación con lo que se podría recibir por rentas del alquiler comercial y residencial. Con estos limitantes, finalmente se decantaron por una zona ligeramente al sur del barrio de Chamartín, que por aquel entonces era un gran solar rodeado de increíbles explanadas donde aparcar el coche, el autobús, el burro o la bicicleta, en función de cada uno. 

En EEUU, por ejemplo, muchos estadios han sido edificados en zonas que antes eran industriales o portuarias donde las factorías, influidas en mayor o menor medida por la posición del dólar como moneda reserva, fueron perdiendo competitividad y eventualmente vaciándose, dejando un terreno grande logísticamente bien provisto y a buen precio, ideal para construir estadios para los exóticos deportes que se practican allí. En Europa, muchos estadios se construyeron pegados a lo que era el centro de la ciudad, al crecer éste, empezó a ser común que muchos de ellos acabasen en el nuevo centro, incrementando así enormemente su valor latente y el incentivo a que ese espacio se vendiera y construir un nuevo y moderno estadio a las afueras. En la misma ciudad de Madrid, esto ocurrió recientemente con un rival histórico del Real Madrid, el club Atlético de Madrid, que en 2019 vendió los terrenos de su antiguo estadio y percibió unos 180 millones de euros. 

Bernabéu pagó por el terreno para edificar el nuevo estadio del Real Madrid unos 18.000 euros en 1943. Hoy el precio medio por metro cuadrado de los pisos en venta en el centro de Madrid está en 5.292€. Hace exactamente 80 años, se pagó a 40 céntimos. Este cálculo es interesante porque de acuerdo a una extrapolación del índice de precios al consumo de la Eurozona, el dato de inflación medio al que llegaba para el período 1943-2023 era del 6.8%, no obstante aquí podemos ver que la inflación anual media del precio por metro cuadrado inmobiliario ha sido del 8.84%. Una desviación de 2 puntos porcentuales no parece mucho, para demostrar que sí lo es, veamos cuál sería tu capital final si hubieras invertido 1000€ en ese mismo período y obtenido esos rendimientos. En el primer caso, con una rentabilidad del 6.8% tendrías 38,200 euros; al 8.84%, serían más del doble, 80,600 euros. Cuando te digan que una inflación del 2% no es para tanto, recuerda este ejercicio. 

Hoy día, el dinero que el Real Madrid obtendría por la venta de sus terrenos sería una millonada, a ese precio por metro cuadrado hablamos de 228 millones, mejor que invertir en bitcoin los últimos 10 años. ¿Qué ha influido en esta increíble subida del precio del terreno? Conforme las ciudades crecen se acercan peligrosamente a sus límites naturales. En Madrid, poco o nada queda ya de esos amplios bosques que convencieron a Felipe II de mover la capital a este territorio. Conforme el espacio se agota, el coste de usarlo se eleva. Para solucionar este problema, se intentan soluciones de segunda capa, de tercera, cuarta y tantas como se pueda. Soluciones llamadas pisos que permiten una mayor ocupación para un mismo espacio de terreno. No obstante, el suelo no siempre sostiene una cantidad ilimitada de capas superiores, ni tampoco la logística alrededor del terreno. Por unas razones u otras, el espacio dentro de una ciudad es limitado y la demanda por acceder a él se incrementa conforme la ciudad ofrece más oportunidades profesionales, lo cual suele venir dado por esa mayor concentración. De nuevo, un círculo virtuoso. El coste de usar el limitado espacio de la ciudad se incrementa conforme el valor esperado del uso sube, pues las personas están dispuestas a pagar más por el uso del terreno, este es el denominado proceso de gentrificación que tan poco gusta a las personas que se ven desplazadas de sus barrios de toda la vida. Personas que simplemente no son capaces de obtener un retorno por su actividad suficiente para sufragar el coste de usar ese espacio dentro de la ciudad y son eventualmente expulsados por alguien que está dispuesto a pagar más por ese uso pues espera ser capaz de rentabilizarlo. 

Santiago Bernabéu aprovechó el momento y fue capaz de acceder a un espacio que eventualmente sería muy demandado por un coste que hoy se consideraría irrisorio, al tiempo su puja provocó que los terrenos colindantes subieran de valor y que ya ningún espacio volviera a venderse a precios tan bajos, dando comienzo a lo que hoy llamamos gentrificación. ¿Estamos siendo testigos de este mismo hecho en la red de Bitcoin?

La Blockchain de Bitcoin hasta principios de 2023 era como el Madrid de 1947, prácticamente un solar. Sí, había zonas pobladas en las que se apreciaba cierta demanda, pero por lo general el uso del espacio en la cadena de Bitcoin era una anécdota. Entre octubre de 2020 y junio de 2021, el coste por introducir transacciones en la red fue de unos 15$, llegándose a pagar un máximo de 60$ en abril del 21 cuando el precio de bitcoin estaba en máximos. Esta había sido la tónica habitual del coste de transacción en la red de bitcoin, éste solamente subía cuando el precio explotaba. Entre mediados de 2021 y principios de 2023, se volvió al coste medio de un dólar por transacción en la red de Bitcoin. Entonces, con el precio de bitcoin aún cerca de mínimos del ciclo, el coste por transacción empezó a subir, primero despacio hasta los 3$ de media, luego se relajó un poco hasta los 2$ de nuevo para rápidamente retomar la senda alcista y alcanzar los 20$ de media en pocas semanas. 

¿Qué ha cambiado? El terreno, esto es, el espacio en Bitcoin sigue siendo el mismo. Si algo ha variado ha sido la logística, el acceso a ese espacio. Taproot, por así decirlo, ha traído el tranvía a la red de bitcoin y acercado a las masas.

Tres desarrolladores de Bitcoin, Gregory Maxwell, Andrew Poelstra y Pieter Wuille andaban buscando una mejora para el código de Bitcoin que permitiera obtener una mejor privacidad y ofreciera mayor capacidad para programar sobre su red. A principios de 2021, esta mejora, presentada como un softfork, una actualización del código, estaba lista. Tal como describe Eric Wall, el momento en que esto se produjo era relevante. Todo tipo de actualización del código que permita una mayor capacidad, utilidad o como se quiera llamar a la red de Bitcoin, abre la puerta a nuevos vectores de ataque. Que algo se pueda hacer, abre la puerta al bien y también al mal. El riesgo estaba ahí, pero la industria cripto en aquel entonces estaba completamente on fire, protocolos defi hacían brillar a Ethereum mientras que Bitcoin llevaba sin actualizarse más de 3 años. Taproot podía ser esa mejora que demostrase al mundo que Bitcoin también se adapta, de hecho, cuando finalmente se llevó a cabo la actualización, se comunicó como todo un éxito de ejecución por parte de la comunidad. 

Eric Wall explica el efecto de Taproot: “Lo que los desarrolladores de Bitcoin Maxwell, Poelstra y Wuille habían asumido era que cualquier desarrollador suficientemente capaz podría idear un esquema inteligente para insertar datos arbitrarios en masa en Bitcoin, con o sin Taproot. Lo que no tenían en cuenta era que con Taproot, los desarrolladores, desde los novatos a los mundanos, pronto encontrarían formas de hacerlo también. Este fue el origen de Ordinals y las inscripciones en Bitcoin. En su aspiración de hacer avanzar marginalmente Bitcoin para el desarrollador artesanal, también habían hecho sustancialmente más fácil para un desarrollador de ingenio y talento limitados convertir Bitcoin en una basurero”.

Un vistazo a la mempool de bitcoin, el espacio por el que pasan todas las transacciones antes de ser escogidas para entrar en un bloque y pasar a formar parte de la cadena, muestra a principios de mayo de 2023 una imagen muy distinta a la de hace solo unos meses. Lo que antes era un páramo, ahora es un vergel. Entre esta cantidad de transacciones que esperan para entrar en la blockchain destacan unas muy particulares. Se trata de pequeñas transacciones de 546 sats (546 sats es la cantidad más pequeña de bitcoin que un individuo puede enviar en la cadena sin que sea reconocida como "polvo" por los nodos que ejecutan Bitcoin Core) pagando muchos múltiplos en comisiones para conseguir que se confirme la transacción. Marty Bent hizo un análisis monetario sobre esto: “En el momento de escribir estas líneas, 546 sats valen poco más de 0,15 dólares. 546 sats es lo más pequeño que puede ser un UTXO en el libro mayor de bitcoin. Aquellos que emiten estos tokens están creando UTXOs que probablemente no podrán ser gastados en el futuro y están pagando, en este caso particular, 77,2 veces más en comisiones que el valor del UTXO que están creando. Mi suposición es que los emisores de tokens están buscando la menor cantidad de bitcoin necesaria para incrustar los datos de sus tokens en la cadena y pagando para hacerlo con la esperanza de recuperarlo cuando encuentren a alguien más tonto que se lo compre.” Estas pequeñas transacciones, por tanto, estarían inundando la mempool de Bitcoin, compitiendo con otras transacciones por entrar en el siguiente bloque y de esta manera, presionando al alza el coste de meter información en la blockchain de Bitcoin. Como si de un día para otro, una calle de la ciudad se hubiera vuelto extremadamente popular y todo el mundo quisiera vivir ahí. 

Detrás de este fenómeno, se encuentra un nuevo protocolo creado sobre la red de Bitcoin. Eric Wall explicaba que el cambio de Taproot abría la red a desarrolladores con las ideas más peregrinas. Bien, una de ellas es este protocolo, el llamado BRC-20. En palabras de Eric Wall: “Lo que este protocolo ofrece es lo que se denomina una acuñación justa. Se crea una shitcoin sobre la red de Bitcoin y su emisión se ejecuta a lo largo de un número de bloques, los que más comisión ofrecen pagar por el espacio de bloques obtienen una asignación (una parte de los tokens). Esta prueba de comisiones pagadas es un mecanismo que canibaliza el espacio de bloques barato” Así, continúa Eric: "El mercado de espacio en los bloques se armonizará pues, si se pueden ejecutar sistemas arbitrarios dentro de Bitcoin, no hay ninguna razón por la que el espacio en su blockchain deba ser más barato que en la de Ethereum.”

Hoy día, alrededor del estadio Santiago Bernabéu, encontramos altos edificios de oficinas y zonas comerciales, incluso un supermercado en el que la inflación en los productos alimentarios tan de moda hoy día se sentía desde su misma apertura. No obstante, apuesto a que cuando el estadio se inauguró hace casi 80 años, lo que encontrabas en sus aledaños eran puestos de comida ambulante, algún bar destartalado, casas de mala nota y demás actividades de escaso valor añadido. El terreno en que se ubicó no tenía demanda, por eso resultó tan barato obtenerlo. Por eso las actividades que se llevaban a cabo en esa zona no resultaban altamente rentables. De serlo, se trasladarían a mejores zonas de la ciudad, pagando lo necesario para ocupar ese espacio. Fue la creación de riqueza derivada de actividades de valor añadido lo que llevó a un incremento en la demanda de espacio en Madrid y al necesario aumento de precios por usar ese terreno. Las actividades de mayor valor comenzaron a desplazar esos usos del suelo poco provechosos hasta crear la imagen del Madrid de hoy. 

Lo que estamos viendo en la red de Bitcoin es un uso poco provechoso de un espacio que los bitcoiners consideramos valioso. No estimamos que esos tokens que se crean sobre Bitcoin sean merecedores de ocupar ese lugar. Es como si transportados en el tiempo al Madrid de 1947 viéramos las actividades de poco valor que se llevan a cabo en sitios que en el presente son centros neurálgicos de la ciudad y criticásemos el pésimo uso que se le está dando a calles y plazas que sabemos que ofrecen mucho más valor. 

Frente a esta situación, algunos esperan que directamente se elimine esta posibilidad, que se saque a toda esa gente de ahí y que no se use Bitcoin para aquello que no creemos que debe ser usado. Los lupanares en otro sitio, por así decirlo. Esta opción no parece factible. Poelstra, uno de los desarrolladores de Taproot, lo explica así: “Desafortunadamente, hasta donde yo entiendo, no hay una manera sensata de prevenir que la gente almacene datos arbitrarios en la red sin incentivar un comportamiento aún peor y/o romper casos de uso legítimos. Si prohibimos los "datos inútiles", entonces sería fácil introducirlos dentro de datos "útiles" como firmas falsas o claves públicas. Hacerlo supondría el coste de tener que pagar el doble pues es el doble de información, pero si pagar el doble es suficiente para desincentivar el almacenamiento, entonces no hay necesidad de tener esta discusión porque de todos modos se verán obligados a dejar de hacerlo debido a la competencia en el mercado de tarifas (Y si no, significa que hay poca demanda para el espacio de bloques Bitcoin, así que ¿cuál es el problema de pagar a los mineros para llenar con datos que los validadores ni siquiera necesitan para realizar cálculos reales?). Por otra parte, si prohibiéramos los datos "útiles", por ejemplo, diciendo que un espacio para firmas

no puede tener más de 20 firmas, entonces estamos en el mismo problema que teníamos antes de Taproot. Sustituimos deliberadamente esos límites por tener que pagar por cada firma. Se puede argumentar que este tipo de datos es tóxico para la red, ya que aunque el mercado esté dispuesto a soportar el coste, si la gente estuviera almacenando NFTS y otras porquerías en la cadena, el mercado de Bitcoin se enredaría con mercados de pump&dump, socavando los casos de uso legítimos y potencialmente impidiendo que nuevas tecnologías como LN se afiancen. Pero desde un punto de vista técnico, no veo ninguna manera de detener esto.” Parece que los lupanares tendrán que quedarse hasta que otro uso los desplace. 

Por otro lado, empiezan a surgir voces que piden que se aumente el espacio para permitir que entren más datos en la red de Bitcoin, un debate que nos devuelve a 2017 y la guerra de bloques. Este es siempre el argumento de aquellos que se ven desplazados por el proceso de gentrificación. Si usar el espacio, ya sea en la cadena de Bitcoin o en el centro de la ciudad, se vuelve prohibitivo, se exige ampliar dicho espacio o controlar los precios. Como controlar los precios no es posible debido a que Bitcoin es un mercado libre y abierto ajeno a los sueños húmedos de los políticos populistas, entonces se pide ampliar el espacio. Por suerte, este debate ya se zanjó en el pasado y dudo que se vuelva a abrir. 

Una ciudad, como la red de Bitcoin, puede pasar por fases en las que está más de moda y fases en las que está más deprimida. Lo que en una ciudad se ve con el paso de décadas, en el caso de Bitcoin se observa en días. Esa capacidad de responder a subidas y bajadas en la demanda es lo que permite a Bitcoin ser tan resiliente y, al tiempo, tan difícil de predecir y aprovechar. En un momento en que los mineros estaban con el agua al cuello, un incremento en las comisiones como este les ofrece un cabo al que agarrarse. Una inversión masiva en capital para rentabilizarla por medio de la minería se arriesga a estos altibajos que pueden hacer que la empresa quiebre, lo que favorece la descentralización de esta actividad. Al tiempo, el incremento en comisiones, como la demanda de suelo en una ciudad, ha motivado la inversión en soluciones de segunda capa como Lightning. Por otra parte, un ataque a la red consistente en el uso masivo de espacio vería el coste del mismo incrementar exponencialmente hasta que fuera virtualmente inasumible para ningún mal actor. Al quedarse sin recursos para continuar el ataque, la red seguiría como si nada. El presupuesto de seguridad de Bitcoin, el mínimo necesario para que subsista no se sabe y no se puede saber, porque varía con las circunstancias de cada momento. Finalmente, podríamos destacar de este episodio que es la prueba de que la red de Bitcoin puede ser autosuficiente cuando el subsidio a los mineros se acabe. Como decía Gregory Maxwell en 2017 cuando la actividad de la red de Bitcoin era tal que las comisiones eran incluso más elevadas que hoy: “Yo por mi parte, estoy sacando el champán para celebrar la actividad en el mercado que está produciendo niveles de comisiones que pueden pagar por la seguridad evitando así tener que revertir a la inflación.”

Cuando Santiago Bernabéu decidió ir a por esos terrenos en la villa de Madrid, su visión no era la del Madrid paupérrimo que tenía ante sí, sino la de una ciudad que crecería y llevaría en volandas al club de su vida. Madrid, como cualquier otra ciudad, no es perfecta. Su historia ha estado llena de altibajos. Sobre sus tierras se han llevado a cabo guerras, la última siendo la causa de ese deseo de crear un nuevo estadio. Tiene zonas muy dispares, usos cuestionables del espacio, pero es un terreno escaso y altamente demandado por el valor añadido que ofrece al que puede hacer uso de él. Igualmente, la visión de los bitcoiners no es la imagen de bloques medio vacíos o llenos de shitcoins que vemos hoy, sino una en la que los bloques de Bitcoin son la base de la economía de un mundo dispar, imperfecto, pero que permite crear riqueza para sus habitantes. Una visión también, en la que no todo el mundo podrá acceder a la capa base de Bitcoin, igual que no todo el mundo puede acceder a Madrid.